domingo, 30 de diciembre de 2012

Ok Computer o la conmemoración de la neurosis


Diego Pérez Ordóñez

La inicial experiencia con Ok Computer (1997), el tercer álbum de Radiohead, suele ser algo traumática y puede incluso llevar a malentendidos. De hecho, puede convertirse en un primer cara a cara con guitarras eléctricas destempladas que desentonan de manera aparentemente aleatoria, con baterías y percusiones que parecen derretirse segundo tras segundo, con un cantante que aúlla a través de una lata corroída y con todo tipo de insistentes y taladrantes ruidos: maniquíes que intentan hablar como humanos, voces androides, sonidos que asemejan cortocircuitos y otros desperfectos eléctricos, resonancias galácticas, reverberaciones metálicas…A primera oída nos encontramos frente a un disco agresivo, desordenado y todo menos uniforme. Puede llevar al diván del siquiatra o a la consulta del sicoanalista.

Ok Computer en realidad debería venir con una leyenda de advertencia sobre no escucharlo en presencia de abuelos, niños o almas dóciles. Una mala sesión podría traer pesadillas, malos vuelos y otros efectos secundarios nunca aconsejables. Es un disco para el neurótico profesional y curtido, que ha desarrollado el genuino sentido del pesimismo y la íntima convicción sobre el progresivo e inevitable deterioro de la condición humana. Si le hacemos caso al crítico Bruno McDonald “Sintetizar a los Smiths con Queen resulta demencial. Por suerte las influencias idiosincráticas de Radiohead estaban a la altura de su talento, y su tercer álbum llegó todavía más lejos que su espectacular predecesor, The Bends.” (“1001 Discos Que Hay Que Escuchar Antes de Morir”, 3ª ed., Madrid, Grijalbo, 2006)  Sí. Ok Computer es también un disco de quiebre, una placa de trasvase de períodos, una composición de ruptura. Después de 1997 Radiohead nunca usó el espejo retrovisor y se decantó de cuerpo entero por la táctica de avanzada, por sorprender con cada nuevo trabajo, por meter las narices en los contornos de los tabúes. 


Superados los traumas inaugurales, Ok Computer se convierte muy rápido en un disco de brecha y de nunca regresar a ver (en un rito de pasaje), en una obra de arte continua en la que cada voz, cada ruido y cada variación de ritmo tienen un sentido específico, un propósito concreto. Por eso el álbum cuenta con, todo a un tiempo, diversas capas, diferentes texturas y va cambiando con cada paladeo (incluso cuando se lo pone con regularidad tantos años después). También hay que superar el debate respecto de si se trata de un disco conceptual o un disco de conceptos. Y esta gimnasia verbal merece una explicación adicional: si bien los miembros de la banda –en especial Thom Yorke- jamás han admitido que el álbum es un disco conceptual (en el sentido de que trata respecto de un solo tema, en consonancia con una de las viejas tradiciones del rock), quizá lo más sano sea concluir que se trata de un disco de varios conceptos, es decir en una especie de disco temático. Su hilo conductor, su mínimo común denominador en verdad, tiene que ver con los avatares de la vida en la posmodernidad: el consumismo, el tráfico, la obligación casi ética de llevar una vida sana, correcta y modelo, las porquerías y las bajezas de la política y el aburrimiento de lo políticamente correcto. Ok Computer, entonces, trata a grandes pinceladas sobre la nueva velocidad que la vida empezó a cobrar en 1997, la servidumbre digital, la vida cibernética, la vida en la que nos pasamos colgados a tal o cual aparato electrónico, la vida que no se justifica ni se explica sin una pantalla delante, la vida de los aparatos negros. Es, por tanto, un abrebocas respecto de las esclavitudes y los avatares de la cultura de lo automático, de los PINs, de los emoticones, de los “passwords”, de los “links”, de la nube, de descargar canciones en vez de grabarlas, de los amigos virtuales.


 En este aspecto (en lo temático) Ok Computer se inscribe en la larga lista de grandes monografías del rock, como el alucinante Sergeant Pepper´s Lonely Hearts´ Club Band de los Beatles, Tommy y Quadrophenia de The Who (que podrían ser subcatalogadas como óperas rock), el infravalorado The Six Wives of Henry VIII a cargo de las teclas de Rick Wakeman, The Lamb Lies Down on Broadway del viejo y casi olvidado Genesis de Peter Gabriel o The Rise and Fall of Ziggy Stardust and the Spiders From Mars del siempre cambiante y vanguardista David Bowie. Con la diferencia, claro, de que Ok Computer es un disco de conceptos de estilo tardío y con importante contenido político, es un álbum generalmente taciturno que no ve precisamente con convicción la invasión de la era cibernética. Justamente por lo anterior en este disco de Radiohead juega un papel tan preponderante el ruido, porque se trata de un disco para rotar cabezas, para lograr que nadie quede en la apatía, para arrancar opiniones divergentes, para argumentar un punto con vehemencia. El ruido, en un mal día o en mala compañía, puede llevar al desquiciamiento, al trastorno, al malentendido. Y los dictámenes sobre Ok Computer pueden ir desde considerarlo un ícono cultural de los tiempos recientes hasta un pretencioso armatoste que no vale la pena escuchar.

Algunos aspectos arquitectónicos

Y luego, claro, están las capas y los tejidos. Ok Computer es un trabajo de entresijos, de laberintos ingleses (a lo Hampton Court), de verdaderas marañas de sonido. La mayor parte de las veces el disco exige que se lo desenrede, que se lo descifre.  Como consecuencia de lo anterior, la música de Radiohead alterna entre la desazón más absoluta de Lucky – casi se puede sentir el aire pesado en la habitación, el aire que se empieza a coagular, el impertinente humo del cigarrillo, un ventilador herrumbroso que da vueltas con esfuerzo- y la belleza de filigrana de No Surprises, la canción más delicada del disco, tejida con los más atentos hilos, la más melódica, la que más asemeja a una de esas viejas cajas de música de las abuelas (No Surprises, por su exquisitez y refinamiento más extremo, admite y pide [otro día] un análisis aparte). Y está, sí claro, la trilogía virtuosa que abre el disco: la espléndida y épica Airbag, la estólida a la vez que pirotécnica Paranoid Android (que a ratos asemeja los traqueteos de una montaña rusa) y la fina Subterranean Homesick Alien.  Estas tres canciones a ratos parecen la banda sonora de una película que está por ser filmada. 

En general el “primer lado” de Ok Computer  - en caso de que todavía estuviéramos bajo la lógica del vinil- es más bebible que la segunda parte, siempre (los últimos temas) más signados por lo sombrío, más tenebrosos y menos amigables. Y claro, está Karma Police que, de no ser por el empalague y la dulzura profesional de Paul McCartney, podría haber perfectamente sido uno de los cortes de Sergeant Pepper´s: Karma Police es la más “beatlesca” de las canciones de este disco de Radiohead, la más melódica, la más llevadera y que hace las veces de compuerta entre las dos mitades del disco: la primera, algo más luminosa que la segunda, ésta más nebulosa y críptica. 


También la densidad general del disco se refleja en su complejidad instrumental. En ciertos pasajes las guitarras eléctricas parecen reñir entre sí, como en una especie de esgrima robótica: las cuerdas dejan ecos flotando, hay poco espacio para el silencio. El estilo de guitarras en Ok Computer es heredero de los grandes y viejos discos de King Crimson, en mi opinión, y guardando las inmensas distancias entre ambas bandas. En los dos casos el secreto es la creación de verdaderas murallas e inescalables de sonido. Murallas o no murallas el trabajo suele fluir, buscar encadenamiento y agarrar velocidad.

Por todo lo anterior Ok Computer merece todas las oportunidades del mundo, admite reciclajes y reclama ser diseccionado.


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