Diego Pérez Ordóñez
Al final del día en Blue
Guitar, la reciente novela del irlandés John Banville, no hay nada de nuevo.
Nada que haga variar significativamente el curso de los acontecimientos. No se
podría ni siquiera decir que Banville ha reformado algo importante, que le ha
dado nuevo trazado a las cosas, ni que haya hecho una labor de reciclaje.
Ahí siguen, con la perversión y obstinación de siempre, sus obsesiones
predilectas: su propia y desvanecida verdad vista a través de una vieja ventana,
sucia y empañada, las versiones más opacas y dudosas de la ética, el humor
negro y corrosivo, personajes que en vano bracean contra las insostenibles
corrientes del destino, los recurrentes vasos comunicantes con el arte y, por
último, la introspección como dínamo de largas y empinadas parrafadas. Queda
claro que los protagonistas de Banville –quien, de paso, no cree en narraciones
indirectas o a través de terceras personas- expían largamente sus condenas y
sus frecuentes deslices, se retuercen y exudan una particular e impúdica forma de
arrepentimiento. También queda en firme que las novelas de este irlandés son
largos ejercicios de introversión: extensas y esforzadas confesiones. Banville
se turna en los papeles de confidente, juez y fiscal acusador.
Y siguen ahí, del mismo modo, sus manías con la construcción,
palabra a palabra y sonido a sonido, de grandes obras maestras con la
prolijidad del arquitecto planificador. Es que Banville, verdaderamente
encandilado con las frases y con los párrafos, escritor de fuego lento, es
quizá el más grande estilista del idioma inglés. (Mejor vean John
Banville o la Grande Bellezza, acá: http://diegodepuembo.blogspot.com/2014/03/john-banville-o-la-grande-bellezza.html)
Todas testarudeces. Todos factores del mínimo común
denominador de la compleja y a veces inescrutable invención de Banville. Es que
abrir Blue Guitar produce, igual que
en casos anteriores, la necesidad de despejar las marañas del lenguaje,
entender que en el caso de Banville es de ingenuos esperar una novela simple,
fácil, o que fluya sin desvíos ni cambios de cauce y curso. Leer a Banville exige habilidades de navegación
por aguas espesas –mar gruesa- rastrear galerías y laberintos, brújula en mano.
Blue Guitar es también la historia de Oliver
Otway Orme, un pintor de cierto renombre al que desde hace rato se le han
secado los pinceles. También, de paso,
tiene un pequeño problema con la cleptomanía (roba pequeñas cosas, no por el
placer mismo del robo, sino con cierto afán de posesión y coleccionismo). Entre
las presas y objetos de Orme está Polly, la mujer del relojero local (Marcus,
buen amigo del pintor) y, según la dibuja Banville, una mujer de pocos
atractivos físicos, de rasgos infantiles y con tendencia genética a la
demencia. A su vez Orme está casado con Gloria – permanentemente melancólica
por la muerte temprana de una hija- y quien, a su turno, tiene sus propias huidas
amatorias. Blue Guitar es el desahogo
del pintor que se ha pasmado, del artista frustrado y bloqueado: “Ése es el problema con los sentimientos de
culpa, uno de los problemas: Es imposible escapar de él, me persigue alrededor
de mi habitación, me persigue por todo el mundo al igual que la célebre mirada
escéptica y presuntuosa de los túrgidos ojos de la Mona Lisa.” (La traducción de las citas es de
Alicia de Reed).
La narración es su instrumento de confesión, una confesión
que dura el intervalo entre dos otoños –entonados, casi literalmente, por
Banville: “Y recuerdo al mismo tiempo las
tardes de insolada quietud - pareciera que esas tardes ya no existen – cuando
el cielo de impenetrable azul turquesa mantenía una especie de palpitante
oscuridad en el cenit y la luz sobre la tierra se veía deslumbrada por su
propio peso e intensidad.” Y que incluye la vuelta al hogar de la niñez, el
escape con remordimiento, la renuncia a seguir pintando y la evaluación de los
daños hechos: “El pasado se consume, se
desgasta, igual que todo lo demás.”
Blue Guitar es la continuación casi natural de la
anterior obra de Banville. Se siente, sin mayor esfuerzo, como el
encadenamiento de todas sus anteriores historias: del artista que vuelve los
ojos al edén de la niñez perdida, del espía-esteta que experimenta episodios de
remordimiento, del asesino que planea un desahogo lleno de contrición. Algo me
dice que Blue Guitar es solo un punto
más en la línea de tiempo de John Banville.