Diego
Pérez Ordóñez
La inicial experiencia con Ok Computer (1997), el tercer álbum de
Radiohead, suele ser algo traumática y puede incluso llevar a malentendidos. De
hecho, puede convertirse en un primer cara a cara con guitarras eléctricas
destempladas que desentonan de manera aparentemente aleatoria, con baterías y
percusiones que parecen derretirse segundo tras segundo, con un cantante que
aúlla a través de una lata corroída y con todo tipo de insistentes y
taladrantes ruidos: maniquíes que intentan hablar como humanos, voces androides,
sonidos que asemejan cortocircuitos y otros desperfectos eléctricos, resonancias
galácticas, reverberaciones metálicas…A primera oída nos encontramos frente a
un disco agresivo, desordenado y todo menos uniforme. Puede llevar al diván del
siquiatra o a la consulta del sicoanalista.
Ok
Computer en realidad debería venir con una leyenda de advertencia
sobre no escucharlo en presencia de abuelos, niños o almas dóciles. Una mala
sesión podría traer pesadillas, malos vuelos y otros efectos secundarios nunca
aconsejables. Es un disco para el neurótico profesional y curtido, que ha
desarrollado el genuino sentido del pesimismo y la íntima convicción sobre el
progresivo e inevitable deterioro de la condición humana. Si le hacemos caso al
crítico Bruno McDonald “Sintetizar a los
Smiths con Queen resulta demencial. Por suerte las influencias idiosincráticas
de Radiohead estaban a la altura de su talento, y su tercer álbum llegó todavía
más lejos que su espectacular predecesor, The Bends.” (“1001
Discos Que Hay Que Escuchar Antes de Morir”, 3ª ed., Madrid, Grijalbo, 2006) Sí. Ok
Computer es también un disco de quiebre, una placa de trasvase de períodos,
una composición de ruptura. Después de 1997 Radiohead nunca usó el espejo
retrovisor y se decantó de cuerpo entero por la táctica de avanzada, por
sorprender con cada nuevo trabajo, por meter las narices en los contornos de
los tabúes.
Superados los traumas inaugurales, Ok Computer se convierte muy rápido en
un disco de brecha y de nunca regresar a ver (en un rito de pasaje), en una
obra de arte continua en la que cada voz, cada ruido y cada variación de ritmo tienen
un sentido específico, un propósito concreto. Por eso el álbum cuenta con, todo
a un tiempo, diversas capas, diferentes texturas y va cambiando con cada paladeo
(incluso cuando se lo pone con regularidad tantos años después). También hay
que superar el debate respecto de si se trata de un disco conceptual o un disco
de conceptos. Y esta gimnasia verbal merece una explicación adicional: si bien
los miembros de la banda –en especial Thom Yorke- jamás han admitido que el
álbum es un disco conceptual (en el sentido de que trata respecto de un solo
tema, en consonancia con una de las viejas tradiciones del rock), quizá lo más
sano sea concluir que se trata de un disco de varios conceptos, es decir en una
especie de disco temático. Su hilo conductor, su mínimo común denominador en
verdad, tiene que ver con los avatares de la vida en la posmodernidad: el consumismo,
el tráfico, la obligación casi ética de llevar una vida sana, correcta y
modelo, las porquerías y las bajezas de la política y el aburrimiento de lo
políticamente correcto. Ok Computer,
entonces, trata a grandes pinceladas sobre la nueva velocidad que la vida
empezó a cobrar en 1997, la servidumbre digital, la vida cibernética, la vida
en la que nos pasamos colgados a tal o cual aparato electrónico, la vida que no
se justifica ni se explica sin una pantalla delante, la vida de los aparatos
negros. Es, por tanto, un abrebocas respecto de las esclavitudes y los avatares
de la cultura de lo automático, de los PINs, de los emoticones, de los “passwords”,
de los “links”, de la nube, de descargar canciones en vez de grabarlas, de los
amigos virtuales.
En este aspecto (en lo temático) Ok Computer se inscribe en la larga
lista de grandes monografías del rock, como el alucinante Sergeant Pepper´s Lonely Hearts´ Club Band de los Beatles, Tommy y Quadrophenia de The Who (que
podrían ser subcatalogadas como óperas rock), el infravalorado The Six Wives of Henry VIII a cargo de
las teclas de Rick Wakeman, The Lamb Lies
Down on Broadway del viejo y casi olvidado Genesis de Peter Gabriel o The
Rise and Fall of Ziggy Stardust and the
Spiders From Mars del siempre cambiante y vanguardista David Bowie. Con la
diferencia, claro, de que Ok Computer es
un disco de conceptos de estilo tardío y con importante contenido político, es
un álbum generalmente taciturno que no ve precisamente con convicción la invasión
de la era cibernética. Justamente por lo anterior en este disco de Radiohead
juega un papel tan preponderante el ruido, porque se trata de un disco para rotar
cabezas, para lograr que nadie quede en la apatía, para arrancar opiniones
divergentes, para argumentar un punto con vehemencia. El ruido, en un mal día o
en mala compañía, puede llevar al desquiciamiento, al trastorno, al
malentendido. Y los dictámenes sobre Ok
Computer pueden ir desde considerarlo un ícono cultural de los tiempos
recientes hasta un pretencioso armatoste que no vale la pena escuchar.
Algunos
aspectos arquitectónicos
Y luego, claro, están las capas y los tejidos.
Ok Computer es un trabajo de
entresijos, de laberintos ingleses (a lo Hampton Court), de verdaderas marañas
de sonido. La mayor parte de las veces el disco exige que se lo desenrede, que
se lo descifre. Como consecuencia de lo
anterior, la música de Radiohead alterna entre la desazón más absoluta de Lucky – casi se puede sentir el aire
pesado en la habitación, el aire que se empieza a coagular, el impertinente humo
del cigarrillo, un ventilador herrumbroso que da vueltas con esfuerzo- y la
belleza de filigrana de No Surprises,
la canción más delicada del disco, tejida con los más atentos hilos, la más
melódica, la que más asemeja a una de esas viejas cajas de música de las
abuelas (No Surprises, por su exquisitez
y refinamiento más extremo, admite y pide [otro día] un análisis aparte). Y
está, sí claro, la trilogía virtuosa que abre el disco: la espléndida y épica Airbag, la estólida a la vez que pirotécnica
Paranoid Android (que a ratos asemeja
los traqueteos de una montaña rusa) y
la fina Subterranean Homesick Alien. Estas tres canciones a ratos parecen la banda
sonora de una película que está por ser filmada.
En general el “primer lado” de Ok Computer - en caso de que todavía estuviéramos bajo la
lógica del vinil- es más bebible que la segunda parte, siempre (los últimos temas)
más signados por lo sombrío, más tenebrosos y menos amigables. Y claro, está Karma Police que, de no ser por el
empalague y la dulzura profesional de Paul McCartney, podría haber
perfectamente sido uno de los cortes de Sergeant
Pepper´s: Karma Police es la más “beatlesca”
de las canciones de este disco de Radiohead, la más melódica, la más llevadera
y que hace las veces de compuerta entre las dos mitades del disco: la primera,
algo más luminosa que la segunda, ésta más nebulosa y críptica.
También la densidad general del disco se
refleja en su complejidad instrumental. En ciertos pasajes las guitarras
eléctricas parecen reñir entre sí, como en una especie de esgrima robótica: las
cuerdas dejan ecos flotando, hay poco espacio para el silencio. El estilo de
guitarras en Ok Computer es heredero
de los grandes y viejos discos de King Crimson, en mi opinión, y guardando las
inmensas distancias entre ambas bandas. En los dos casos el secreto es la creación
de verdaderas murallas e inescalables de sonido. Murallas o no murallas el
trabajo suele fluir, buscar encadenamiento y agarrar velocidad.
Por todo lo anterior Ok Computer merece todas las oportunidades del mundo, admite
reciclajes y reclama ser diseccionado.