Diego
Pérez Ordóñez
Hay pocos placeres comparables
al de encontrarse con un nuevo disco que te escolte obsesivamente durante
semanas, que en el camino te tuerza el brazo, que te obligue a reconocer tus obsesiones
y a revisitar gustos musicales. Y luego del hallazgo, escucharlo de ida y
vuelta, diseccionarlo a punta de bisturí y microscopio, insistente y caprichosamente,
para encontrarle la vuelta y las costuras. Es que hay trabajos edificados
pacientemente, como si obedecieran a esbozos arquitectónicos previamente
borroneados y dibujados línea a línea, con cálculos precisos de los pesos, de
las estructuras, de las columnas y de los espacios.
Este es el caso de Un Verano en Coma, el reciente disco de
la banda quiteña Da Pawn. A primeras
escuchas un homenaje no muy encubierto a los Strokes – especialmente a Angles,
una de las placas más influyentes de la década en curso- Un Verano esconde, me parece, diversos rastros genéticos y navega
por cauces más profundos y sinuosos. Hay,
para empezar, vasos comunicantes y puentes con cinco décadas de rock, con
infinitas horas de escuchar música entre amigos: vestigios arqueológicos de las
primeras andaduras de Velvet Underground,
por ejemplo, guiños de ojo a las ambiciosas estructuras y catedrales del King Crimson de Robert Fripp, y, en
varios pasajes, deudas con la delicada No
Surprises de Radiohead, en eso de
querer entretejer cristalinas melodías de caja de música.
www.da-pawn.com |
Da la impresión, también, que
se trata de un disco pensado para vinilo, uno de esos viejos discos considerados
para satisfacer la lógica y el flujo del acetato, en aquello de jugar con dos
lados. Digo esto porque Verano tiene
claramente dos mareas distintas: de la inicial 3.000 Días a Bolas de Cristal,
las seis primeras pistas parecen más codiciosas y sólidas, con mayor perspectiva,
canciones llenas de capas, sombras, rincones y filones. Encuentro la primera
parte del álbum más impresionante que la segunda (de Luz Roja hasta el final), más simple, más melódica y más folkie. Y en concordancia con lo anterior me parece
que la médula de Un Verano en Coma está
en la onírica y marítima Ballenas de
Ruido, un caramelo pop, plagado de reverberaciones, cortinas de humo, extravíos
y melodías superpuestas. Tengo que confesar que he tenido a Ballenas en loop por quince días, a la busca de los llamados de los cantos de
sirena y de las bajas frecuencias.
Es claro que Un Verano en Coma es un disco
planificado, cimentado y apisonado con prolijidad e inteligente proyección.
Rebozan los ecos, las secuencias, las guitarras dialogan, el bajo comanda las
tropas y la percusión lleva con maestría las variaciones de ritmo.