martes, 3 de noviembre de 2015

Período Azul

Diego Pérez Ordóñez

Al final del día en Blue Guitar, la reciente novela del irlandés John Banville, no hay nada de nuevo. Nada que haga variar significativamente el curso de los acontecimientos. No se podría ni siquiera decir que Banville ha reformado algo importante, que le ha dado nuevo trazado a las cosas, ni que haya hecho una labor de reciclaje.

Ahí siguen, con la perversión y obstinación de siempre, sus obsesiones predilectas: su propia y desvanecida verdad vista a través de una vieja ventana, sucia y empañada, las versiones más opacas y dudosas de la ética, el humor negro y corrosivo, personajes que en vano bracean contra las insostenibles corrientes del destino, los recurrentes vasos comunicantes con el arte y, por último, la introspección como dínamo de largas y empinadas parrafadas. Queda claro que los protagonistas de Banville –quien, de paso, no cree en narraciones indirectas o a través de terceras personas- expían largamente sus condenas y sus frecuentes deslices, se retuercen y exudan una particular e impúdica forma de arrepentimiento. También queda en firme que las novelas de este irlandés son largos ejercicios de introversión: extensas y esforzadas confesiones. Banville se turna en los papeles de confidente, juez y fiscal acusador.

Y siguen ahí, del mismo modo, sus manías con la construcción, palabra a palabra y sonido a sonido, de grandes obras maestras con la prolijidad del arquitecto planificador. Es que Banville, verdaderamente encandilado con las frases y con los párrafos, escritor de fuego lento, es quizá el más grande estilista del idioma inglés. (Mejor vean John Banville o la Grande Bellezza, acá: http://diegodepuembo.blogspot.com/2014/03/john-banville-o-la-grande-bellezza.html)

Todas testarudeces. Todos factores del mínimo común denominador de la compleja y a veces inescrutable invención de Banville. Es que abrir Blue Guitar produce, igual que en casos anteriores, la necesidad de despejar las marañas del lenguaje, entender que en el caso de Banville es de ingenuos esperar una novela simple, fácil, o que fluya sin desvíos ni cambios de cauce y curso.  Leer a Banville exige habilidades de navegación por aguas espesas –mar gruesa- rastrear galerías y laberintos, brújula en mano.


Blue Guitar es también la historia de Oliver Otway Orme, un pintor de cierto renombre al que desde hace rato se le han secado los pinceles.  También, de paso, tiene un pequeño problema con la cleptomanía (roba pequeñas cosas, no por el placer mismo del robo, sino con cierto afán de posesión y coleccionismo). Entre las presas y objetos de Orme está Polly, la mujer del relojero local (Marcus, buen amigo del pintor) y, según la dibuja Banville, una mujer de pocos atractivos físicos, de rasgos infantiles y con tendencia genética a la demencia. A su vez Orme está casado con Gloria – permanentemente melancólica por la muerte temprana de una hija- y quien, a su turno, tiene sus propias huidas amatorias. Blue Guitar es el desahogo del pintor que se ha pasmado, del artista frustrado y bloqueado: “Ése es el problema con los sentimientos de culpa, uno de los problemas: Es imposible escapar de él, me persigue alrededor de mi habitación, me persigue por todo el mundo al igual que la célebre mirada escéptica y presuntuosa de los túrgidos ojos de la Mona Lisa.(La traducción de las citas es de Alicia de Reed).

La narración es su instrumento de confesión, una confesión que dura el intervalo entre dos otoños –entonados, casi literalmente, por Banville: “Y recuerdo al mismo tiempo las tardes de insolada quietud - pareciera que esas tardes ya no existen – cuando el cielo de impenetrable azul turquesa mantenía una especie de palpitante oscuridad en el cenit y la luz sobre la tierra se veía deslumbrada por su propio peso e intensidad.” Y que incluye la vuelta al hogar de la niñez, el escape con remordimiento, la renuncia a seguir pintando y la evaluación de los daños hechos: “El pasado se consume, se desgasta, igual que todo lo demás.”

Blue Guitar es la continuación casi natural de la anterior obra de Banville. Se siente, sin mayor esfuerzo, como el encadenamiento de todas sus anteriores historias: del artista que vuelve los ojos al edén de la niñez perdida, del espía-esteta que experimenta episodios de remordimiento, del asesino que planea un desahogo lleno de contrición. Algo me dice que Blue Guitar es solo un punto más en la línea de tiempo de John Banville.